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Los hijos, grandes maestros, por Javier Córdova

Foto del escritor: Javier CórdovaJavier Córdova



Te comparto esto que es muy personal, por si acaso tienes hijos, tratas con niños o adolescentes y realmente quieres servirles sin morir en el intento. Espero te sirva.


Recientemente, la vida me llevó a ampliar y a aplicar de forma muy práctica mi entendimiento de los 3 principios con mis hijos. Particularmente con mi hijo mayor, que acaba de cumplir 12 años y está en una etapa de preadolescencia.


Comenzaron a prenderse focos rojos, había enojo en el rostro de mi hijo, agresión contra su hermano y contra los demás. Si no salían las cosas como él quería, si no ganaba en los juegos o no se cumplían sus expectativas, se frustraba y cuidado con el que estuviera cerca… Nos llamaron de la escuela e incluso la familia comenzó a notar, que algo estaba fuera de lugar. Él es un niño de gran corazón, muy cariñoso. Noble, inteligente, competitivo, líder,pero no nos cuadraba su comportamiento.


Y no estábamos viendo la raíz de todo esto…


Les confieso que, de primera instancia, me sentí impotente, me pegó en el ego que siendo Coach no pudiera ayudar a mi propio hijo a salir del estado mental en el que se encontraba. Sin embargo, mi amor por él fue más grande que mi ego y comencé a buscar apoyo. Libros, colegas Coaches, teoría de 3 Principios, etc… Y se me estaba olvidando que la respuesta estaba en hacer una pausa, dejar de escuchar mi ruido mental y conectar con mi corazón. Y desde el corazón, conectar con mi hijo y verdaderamente ESCUCHARLO; para entonces, poderlo guiar a su propia sabiduría y que él encontrara sus propias respuestas. No las mías.


Me dolió mucho darme cuenta que había estado muy presente, escuchando profundamente y sin juicios, sido muy paciente, comprensivo y neutral, con todos mis clientes; siendo coach y guía incluso de muchos niños, adolescentes y jóvenes en los ámbitos deportivo y personal, con grandes resultados… Pero curiosamente, no estaba escuchando profundamente, sin juicios, siendo comprensivo, neutral y tan paciente con mi hijo.


Ufff…


Fue fuerte, pero necesario y agradezco que pasó, porque iluminé mis puntos ciegos como papá. Tomé la decisión valiente y consciente de ser más guía espiritual de mi hijo, su compañero, su guía y su amigo, pero de la forma en que él me lo estaba pidiendo, no de la forma en que yo creía que debía ser.


Y además, tener la humildad de aceptar, que él también estaba siendo mi guía espiritual, mi espejo y me estaba reflejando justo aquellas cosas que la gran Mente me estaba invitando a evolucionar y a trascender.


Me estaba enfocando demasiado en los resultados de su deporte, de sus notas académicas y estaba olvidando VER y ESCUCHAR su verdadera esencia. Había dejado de ver sus necesidades reales y estaba demasiado preocupado por las mías.


Lo estaba educando desde el miedo y no desde la confianza en él y en su sabiduría interna.


Tratando de protegerlo, cuidarlo, queriendo ahorrarle sufrimiento innecesario… E irónicamente,le estaba estorbando la posibilidad de vivir su propio camino.


Cómo pedirle a un niño de 12 años que manejara de forma sana su frustración, si en lugar de ser empático con él y estar a su lado sin juicios cuando estaba experimentando su humanidad emocional, sólo velando porque no se hiciera daño o a los demás, lo regañaba y era yo el que no estaba sabiendo manejar la frustración por querer que las cosas no se me salieran de control.


Les cuento esto con el corazón en la mano, porque fue una experiencia de amor profundo que me transformó. Me hizo cambiar mi perspectiva como padre para dejar de quererle resolver la vida a mi hijo, y mejor mostrarle herramientas para que sea él mismo el que la resuelva.


Y yo, simplemente ESTAR para lo que él me necesite. Cuidarlo, protegerlo, proveerlo, pero sin asfixiarlo, permitiéndole cometer errores, permitiéndole descubrir y descubrirse.


Y más que darle cátedras de 3 Principios, mostrarle a través mi ejemplo cómo manejar los días nublados, cómo acompañar al otro sin quererlo arreglar cuando está en un nivel de conciencia bajo, cómo permitirnos expresarnos sin juzgarnos, cómo ser felices, seguir la guía de tu intuición y utilizar de forma correcta el maravilloso don del pensamiento.


E invitarlo a ejercitar su músculo de conciencia, confiando en él mismo y que siempre hay algo o alguien que nos cuida la espalda; que pase lo que pase, todo va a estar bien.


Este blog se lo dedico a mis hijos, porque son el regalo más grande que la vida me dio.

Para Alexander y Stefano.


Javier Córdova




 
 
 

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