"Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana" Sydney Banks, por Angus Álvarez
- Angus Álvarez

- 1 nov
- 4 Min. de lectura
Así como muchas personas le tienen miedo a hablar en público, yo, en cambio, le tengo más miedo a la hoja en blanco. He estado posponiendo escribir este blog todo lo que he podido; ya saben, haciendo las cosas urgentes, las cosas padres y hasta algunas cosas importantes antes de ponerme a escribir. No sé por qué me cuesta tanto trabajo, pero me cuesta… En fin, ya tengo que hacerlo, y espero que salga algo valioso. Si no, les pido una disculpa de antemano.
Creo que gran parte del valor que tiene para mí el escribir y hablar de los 3P es darme la oportunidad de reflexionar más a fondo sobre algún tema o lección que quiero aprender en ese momento. Al ponerle título, mi mente —en sus ratos libres— comienza a divagar y a encontrar respuestas a mis propias inquietudes.
Hace algún tiempo me empezó a llamar mucho la atención el tema de la transformación, del cual se habla tanto hoy en día.
Creo que la transformación es simplemente la suma de pequeños cambios acumulados.
Así que utilizaré la palabra cambio en lugar de “transformacional”, por considerarla más clara y menos pretenciosa.
Uno de los principios fundamentales de la vida es la aceptación, ¿no?
Entonces, ¿para qué cambiar? Voy a dejar ahí la pregunta un momento y seguir con la trillada pregunta: ¿quiénes somos? ¿Nuestro nombre, nuestro rol, nuestra nacionalidad, nuestras creencias, nuestra identidad…?
A esta pregunta, que me he hecho muchas veces en la vida, mi mejor respuesta es que somos Espíritu (potencial infinito) y Ego, o nuestra identidad, que está formada por muchos de los elementos anteriores.
Algunos definidos por nosotros y muchos otros no: nuestro nombre, nacionalidad, familia, creencias familiares, etc. También hay aspectos que sí hemos creado a lo largo de nuestro aprendizaje en la vida. Así llegamos al momento presente, miramos a nuestro alrededor y podemos ver nuestra vida desde muchos lentes diferentes.
El peor de todos es el lente de víctima, que busca afuera a quién o a qué echarle la culpa de lo que nos pasa. En el extremo opuesto está el lente del co-creador de su realidad, cuando nos damos cuenta de que la realidad en la que vivimos la estamos co-creando momento a momento.
Entre estos dos lentes hay muchos otros, que se mueven en un espectro que va de víctima a co-creador. Nos pasamos la vida navegando en ese rango: entre mayor es nuestro nivel de conciencia, más podemos acceder al que más nos conviene. Pero nunca tenemos inmunidad total de regresar a los otros.

Una analogía que me gusta mucho es pensar que nuestra identidad es como un muro de ladrillos, y que cada ladrillo tiene una etiqueta diferente: “educado”, “trabajador”, “deportista”, “flojo”, “impuntual”, “mexicano”, “buen hijo”, “inteligente”, “terco”, etc.
Así vemos nuestra identidad como algo definido e inmutable. Pero ¿y si en lugar de ladrillos fueran fichas de Lego que podemos agregar o quitar a nuestro gusto?
En ese caso, todo cambia.
¿No sería fabuloso poder ver ese muro de Legos y tener miles de piezas más para sustituir las que no nos gustan por otras que sí?
A mí me encantaría. Claro, hay algunas piezas que no se pueden cambiar porque forman parte de nuestro pasado: el país donde nacimos, nuestra altura, color de piel o ciertas experiencias vividas. Pero hay muchas, muchas otras que sí podemos cambiar.
La primera que me gustaría cambiar a mí es esa vocecita interna que no se queda quieta, que constantemente opina y juzga todo. Después, algunas de las etiquetas autoimpuestas que no me gustan y que me gustaría reemplazar por otras más afines a quien quiero ser.
(Aquí te invito a reflexionar un momento sobre esas etiquetas que tienes y te gustaría cambiar. Piensa en alguna en particular.)
Me gustaría poder decir que es fácil, pero aún no he llegado ahí. Tengo la impresión de que nuestra humanidad —nuestro ego—, con todo lo que conlleva, a veces se parece a un crucero gigante: difícil y lento de mover. Me parece que parte del reto de esta experiencia humana es irlo haciendo más ligero y dócil. ¿Y cómo hacerlo?
Aquí te comparto una herramienta que aprendí hace algún tiempo y que me ha sido de mucha utilidad. La llamo “Conecta con tu sabiduría interior”. Consiste en lo siguiente:
Busca un momento en el que puedas dedicarte media hora a estar solo contigo mismo.
Encuentra la calma interior y luego hazte una pregunta (ayuda si lo haces por escrito y en positivo). Por ejemplo: “Yo me pregunto qué necesito para escribir con más facilidad”.
Y responde lo primero que te venga a la mente. Luego repite la misma pregunta y vuelve a escribir lo primero que aparezca. Hazlo sucesivamente hasta que tu mente ya no dé más respuestas.
Regresando al tema de la aceptación, creo que es el mejor secreto para ser feliz: el poder aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos.
Dicho esto, y entendiendo la vida como una experiencia humana, es bueno recordar que siempre estamos conectados con nuestra sabiduría interior, que nuestra personalidad no es fija sino flexible, y que dentro de nosotros tenemos todas las herramientas necesarias para hacer los cambios que consideremos adecuados en nuestra vida.
Angus Álvarez









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